Capítulo 6

Treinta minutos después, Hilario llegó a la villa en las afueras de la ciudad.

Deva llevaba puesto un vestido corto de tirantes negros y se encontraba recostada en el sofá, fingiendo debilidad mientras observaba al hombre que entraba.

—Hilario, yo… de repente me sentí débil, pensé que estaba muriendo y ya no podría verte más…

Mientras hablaba, una lágrima se deslizó por la comisura de su ojo, mostrando una total desolación.

—No te preocupes —reconfortó Hilario.

Frunció el ceño mientras se sentaba junto al sofá y abrazaba a la mujer. Tomó un vaso de agua de la mesa y le dio la medicina contra el cáncer, alimentándola suavemente.

Deva abrió la boca y tragó obedientemente, mostrando una expresión con dificultad, como si la píldora fuera muy amarga.

Pero en realidad, ella sabía mejor que nadie que solo era una vitamina común.

—No pienses demasiado. Estás enferma, debes descansar adecuadamente —dijo Hilario acariciando el cabello de la mujer, luego se levantó y la llevó a la cama.

Deva agarró su muñeca débilmente y dijo impotente:

—Esta noche, ¿puedes quedarte? No te vayas…

Al verla así, Hilario quedó pensativo por un momento. Cuando Eliana fue a buscarlo esta noche, también tenía el rostro pálido. No sabía si ella había tratado su herida y si le dejaría una cicatriz en la cara.

Al darse cuenta de que estaba pensando en esa mujer, Hilario frunció el ceño de repente.

¿Qué tenía que ver con él si esa mujer tenía cicatriz en la cara o no? No pudo evitar mostrar un poco de irritación e impaciencia.

Al verlo así, Deva no se atrevió a especular demasiado y solo pudo mirarlo con aprensión, preguntando con cautela:

—Hilario, durante todos estos años, ¿te has… enamorado de Eliana?

—No.

Un destello extraño pasó fugazmente por los ojos de Hilario mientras negaba rotundamente.

Al escuchar eso, Deva se relajó lentamente. Agarró la mano del hombre, sentándolo al borde de la cama. Se apoyó en su regazo y su voz débil resonó de nuevo:

—Cuando éramos niñas, Eliana siempre me golpeaba y regañaba todo el tiempo, pero en todos estos años, ella te ha mostrado la sinceridad. Si… Si realmente no me queda mucho tiempo, quiero que estés con ella…

En ese momento, Deva se detuvo y tosió con fuerza.

Los delgados labios de Hilario se apretaron ligeramente, sintiendo nuevamente odio hacia Eliana. Controló sus emociones y miró suavemente a la mujer en sus brazos. La consoló:

—No te preocupes, te curaré. Eres la única persona más importante para mí.

Hilario no pudo negar que, él conoció a Eliana antes que a Deva. En aquel entonces eran jóvenes e inmaduros, por lo que pensaba que aquella chica era amable y gentil.

Sin embargo, después de conocer a Deva y ver las marcas en su cuerpo, todas causadas por Eliana, perdió todo aprecio por Eliana y cada vez la detestaba más.

Los ojos de Hilario se llenaron de ternura cuando hablaba de Deva:

—Deva, cuando pasaba por el momento más doloroso de mi vida, tú estuviste a mi lado, ayudándome a superar la partida de mis padres.

Esta relación era algo que Hilario nunca olvidaría.

Sin embargo, para Deva, estas palabras le causaron una mezcla de emociones complicadas. Se sentía culpable y temerosa al mismo tiempo. Si algún día él descubriera la verdad…

No, ella tendría que retenerlo a su lado, y ahora era el momento perfecto.

Deva levantó la cabeza y besó sus labios suavemente, tomando la iniciativa. Hilario inclinó la cabeza y respondió a su beso con ternura.

En medio del momento apasionado, la mujer intentó desabrochar los botones de su camisa, pero la gran mano del hombre agarró su muñeca y la detuvo.

—Tú… ¿no quieres hacerlo? —preguntó ella.

—Deva, tu salud no está bien en este momento.

La expresión de Deva se oscureció, sintiendo que era solo una excusa. Intentó besarle nuevamente, pero el hombre solo la detuvo y la acostó en la cama.

—Duerme, estaré aquí cuidándote —dijo el hombre con una mirada sin lugar a dudas.

Al ver esa mirada en sus ojos, Deva se enfadó mucho, pero no se atrevió a insistir más. Tuvo que ocultar su resentimiento y dejar de hacer movimientos bruscos.

***

Mientras tanto, Eliana se acurrucaba en la esquina blanda de la gran cama, escuchando en silencio el sonido de la lluvia afuera.

Esta lluvia era tan intensa como la de aquella noche hace diez años. Tenía catorce años ese año, e Hilario tenía dieciocho. Los padres de Hilario fallecieron en un accidente, y él se arrodilló frente a la tumba toda la noche, luego se enfermó.

En ese momento, él no quería ver a nadie, se encerró en su habitación sumido en la tristeza.

Sin otras opciones, ella usaba una máscara de muñeca y hablar con él todos los días, cuidándolo, hasta que él pudiera superar la tristeza de perder a sus padres…

Ahora, al recordarlo, se dio cuenta de que todo eso solo fue esfuerzo en vano.

Después de superar el dolor de la pérdida de sus padres, Hilario llegó a su casa, pero abrazó a su hermana, desahogando sus sentimientos.

Esa escena… ella nunca la olvidaría…

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