Capítulo106

¿Acaso debo esperar a que un perro me muerda? -Clara la miró fríamente y aplaudió.

-¿Un perro… te atreves a insultarme llamándome perro? -Leona se enfureció, su rostro se puso

rojo.

En ese momento, la puerta de la boutique se abrió.

Clara levantó las largas pestañas y sintió una ráfaga de frío, una atmósfera glacial que la atravesó

hasta los huesos.

Al siguiente segundo, la imponente figura de Alejandro, elegante y distinguido, apareció ante

todos.

Los ojos de la ex pareja se encontraron, ambos se sorprendieron por un momento.

Luego, Clara apartó su mirada con indiferencia, como si no lo reconociera en absoluto, mostrando

una actitud fría y distante.

Alejandro apretó los labios y sus profundos ojos parecían inquietos.

-Hermano Leona lo recibió como si hubiera encontrado un superhéroe, llorando y corriendo

hacía él mientras acusaba a Clara-. ¡Irene está loca! ¡Me golpeó! ¡Tienes que apoyarme!

-Fui yo quien la golpeó, por cierto -Clara levantó el mentón con desprecio, admitiéndolo sin

reservas.

-¿Qué estás haciendo aquí? -Alejandro la miró con una mirada fría y distante.

-¿Tú qué crees?

Irene solía mirarlo con ojos brillantes, como si estuvieran llenos de estrellas, brillantes y

resplandecientes.

Pero ahora, ella parecía una marioneta sin emociones, como si hubieran cortado sus deseos y

emociones. Ese destello de anhelo que solía tener, él ya no podía encontrarlo.

El corazón de Alejandro se apretó de repente, emociones complejas tiraban con fuerza de sus

entrañas.

–Hermano, Irene me ha pedido… que haga una conferencia de prensa y me disculpe con la

camarera de su hotel. No estoy de acuerdo, pero ella está amenazándome con la Familia Pérez. ¡Y

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reacción ante lo que le habían hecho.

Sin embargo, al ver que Alejandro parecía indiferente a su situación, Leona intensificó su actuación, llorando y suplicando desesperadamente-. ¡Hermano, todas estas personas son

testigos! Ellos pueden dar testimonio de lo injusto que soy.

-Irene, ¿no es suficiente que hayas publicado el video en línea y permitido que los internautas ataquen a la familia Hernández? ¿Ahora también quieres que hagamos una conferencia de prensa?

-Alejandro frunció el ceño, su voz baja y fría-. ¿No es esto lo que se llama excederse?

Aarón, que ya no podía soportarlo y se estaba acercando a discutir con Alejandro, fue detenido por

Clara, quien lo protegió detrás de ella.

Este gesto provocó directamente la ira acumulada en el corazón de Alejandro durante estos días de

humillación que había sufrido en manos de su exesposa. Parecía que de repente se había abierto

una rendija por donde podía desahogarse.

-No creo que esto sea excederse, más bien siento que estoy haciendo justicia -Dijo Clara, con sus

ojos oscuros como la boca de un arma.

-No me importa si estás haciendo justicia o si te estás vendiendo a Diego Pérez, no permitiré que

tengas éxito.

-En ese caso, no hay nada más que hablar, me retiro.

Clara, con arrogancia, levantó su ceja mientras colocaba una mano en el bolsillo de sus pantalones

y se alejaba con una sensación de frialdad.

-¡Espera, espera!

Leona estaba angustiada al darse cuenta de que todavía tenía las fotos en su poder-. Hermano, ¡

Irene también ha editado imágenes inapropiadas mías para difamarme! Me está obligando a

disculparme con esta amenaza. ¡No puedes dejarla ir así!

Alejandro, con una mirada gélida en sus ojos, bloqueó su camino inmediadamente.

-Dame el teléfono.

-Puedes tomarlo si quieres, ¿quién te crees que eres? -Clara rió fríamente, sintiendo una ira

burbujeando en su pecho.

Sin decir una palabra, Alejandro rápidamente le arrebató el teléfono de su palma.

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Leona observó la escena con una sonrisa oculta.

Así es, su madre tenía razón. Alejandro siempre estaría allí para solucionar sus problemas, ¡qué

útil era como herramienta!

-¡Alejandro, devuélvemelo!

Clara extendió su mano de piel blanca como nívea, intentando arrebatarlo como un mono travieso,

arañando y agarrando.

Pero con sus tacones altos, sin prestar atención, tropezó con su tobillo y cayó de lleno en el cálido

y sólido pecho del hombre.

Ambos chocaron, y Alejandro, por instinto, la atrapó con su gran mano, rodeando su delgada y

provocativa cintura.

Clara estaba avergonzada y furiosa, sus mejillas enrojecidas como cerezas maduras.

Pero con su blanca y suave mano, de alguna manera, comenzó a acariciar su forma a través de la

tela suave y lisa de su camisa de Alejandro.

Maldita sea, era perfecto.

Alejandro entrecerró los ojos, su atención completamente centrada en el teléfono.

Con un brazo alrededor de la cintura delgada de Clara y la otra mano agarrando firmemente su

teléfono, recordó el código, 0923, y no estaba seguro si lo habría cambiado.

El pulgar del hombre presionó rápidamente los cuatro dígitos, y el teléfono se desbloqueó.

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