Capítulo62
Después de tantas palabras, todas las damas se quedaron atónitas y miraron de reojo hacia Ema.
No sabían en absoluto que la bonita mujer era la exmujer del presidente Hernández. Solo creían
que la mujer debía provenir de familia noble y poderosa, que por lo menos contaba con cien
millones, porque ella tenía el valor de decir algo contra la esposa de Enrique.
Ema se enfureció mucho y dijo apretando los dientes:
Eh, Irene ya estaba puesta bajo la protección de un pájaro gordo. Eres incomparable a antes. No
sabía que tenías tanta labia.
Clara movió levemente las cejas y no prestó atención a la ironía de Ema.
Les hablo de la misma maneras que me hablan a mí. ¿Qué relación hay entre esto y ponerse bajo la
protección más poderosa?
Ema se puso roja por furia y se enfadó.
¡Irene! Pase lo que pase, mi madre es mayor que tú. ¿Por qué te atreves a hablarle tan
–
descortésmente? al ver que su madre era ofendida por ella, Leona estaba muy furiosa y se le
acercó como si quisiera golpearle.
Clara sonrió con ironía.
Leona había heredado el carácter inocente de su madre en lugar del insidioso de Ema. Clara
consideraba que no valía la pena hablar más con una mujer tan superficial como Leona.
Aquí no hay nadie que tenga mala vista, ¿verdad?
Aarón no pudo contenerse más y se puso delante de Clara con una cara fría.
Seguramente los que tienen buenos ojos ya saben claramente quién acarreó molestias y quién dijo
impertinencias primero.
Ay, antes existía el presidente Pérez y ahora viene ese señor. Los que quieren proteger a Irene de
verdad no son pocos
Beatriz dijo con ironía aprovechando la ocasión.
–
Beatriz, basta, con una boca se puede calumniar a cualquiera, pero, ¿has pensado de qué
responderás? – la mirada aguda de Clara fijó en la cara de Beatriz.
El corazón de Beatriz se contrajo un poco.
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Antes creía que esta mujer solo era una persona honesta, débil y fácil de maltratar. Pero ahora sentía un poco de miedo, porque cuando más se le acercaba, se sentía más incapaz de verla
claramente.
Irene, me parece sinceramente que no es conveniente que estés presente aquí. Lo hacemos por tu
bien.
Ana dijo agazapada: – Detrás de la cruz estaba el diablo.
Antes por tu ignorancia juvenil, te habías metido en el amor entre Beatriz y Alejandro, lo cual
causó que entraras en una situación muy pasiva. Aunque habías hecho algo malo, no te
culpamos.
Pero ahora Beatriz ya está con Alejandro. Con tu condición, ya no es conveniente que aparezcas
ante Alejandro,
No nos parece mal. Pero Beatriz va a casarse con Alejandro. Si lo ven, ¿qué puedes hacer con esta
situación?
Beatriz escuchó las palabras tranquilas pero acertadas y mostró una sonrisa oscura y excitable.
Efectivamente era necesario que su madre interviniera. ¡Más vale un veterano que un novato!
Después de oírlo, las damas miraron a Clara con sorpresa y desprecio.
Resultó que ella era la desconocida exmujer de Alejandro, e incluso era su amante.
¡Qué vergüenza!
¿Me he introducido en su amor? Jajaja, señora Sánchez, ¿su cabeza es tan mala como los muebles
del Grupo Sánchez? – Clara sonrió en vez de sentirse muy enojada.
–
¡Tú…! Ana estaba tan furiosa que se le pusieron rojos los ojos.
Cuando me casé con el presidente Hernández aquel año, Alejandro era soltero. Tu cariñosa hija
había roto con él sin poder aguantar la presión. ¿Qué tiene que ver conmigo?
Luego, durante los tres años después de casarse, ¿qué hizo su hija? ¿Cómo lo asedió ella? ¿Necesita
que enumere ahora lo que hizo en los tres años para respetarla?
Las caras de la madre y la hija del Grupo Sánchez cambiaron. Beatriz no se atrevió a decir ni una palabra porque estaba muy asustada.
Durante aquellos tres años, aunque ella estuvo en los EE. UU., le molestó de todas maneras
posibles.
Aparte de eso, le había enviado mensajes llenos de escatología a Irene y le llamó por teléfono para
insultarla e Irene siempre lo aguantó todo en vez de contraatacar.
Si ahora de verdad enumeraba lo que había hecho, ¿no se pondría al descubierto el secreto?
–
Aaron, damelo, para que ellas lo vean – Clara entrecerró sus ojos.
Aarón lo entendió y sacó un certificado rojo de la maleta y lo puso delante de ellas.
Todas las damas se quedaron sorprendidas.
¡El certificado de matrimonio era la prueba que demostraba que lo que habían dicho Ana y Beatriz
era falso!
¿Habéis visto? El presidente Hernández y yo todavía no nos divorciamos. Quedan unos
procedimientos sin terminar. Y algunas personas no pueden esperar más y quieren ocupar un
sitio ajeno por la fuerza – Clara sonrió muy encantadora.
La cara de Beatriz era más roja que el certificado.
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¡Qué raro! ¿Quién llevaba encima el certificado de matrimonio?
Pero, la señorita de los Pérez era una mujer milagrosa que traía sorpresas.
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