Todo por amor novela (Victoria Selva y Alejandro Calire) Completa -
Todo por amor Capítulo 67
Capitulo 67 Náuseas matutinas
-No es asunto tuyo.-Victoria le echó un vistazo.
Tras escucharla. Alejandro se quedó callado.
-¿Por qué necesitas preguntar lo que sucedió cuando estuvimos alli durante solo tres minutos? chenes miedo de que la lastime? -pregunto, divertida.
-No me referia a eso. -El hombre frunció el ceño, claramente molesto.
-¿Qué sucede entonces? Tengo que contarte todo sobre nuestras charlas de mujeres?
Tras escucharla, pudo darse cuenta de que no tenia intenciones de ser amable con él; habia cambiado mucho. Más allá de fingir frente a Griselda, lo trataba como si fuera un desconocido. Tras notar el cambio repentino, Alejandro no estaba contento. Antes de que esto sucediera, estábamos bien-, penso.
Mientras tanto, al ver que se habia quedado callado, Victoria tomó la ropa y fue a bañarse. Luego, se metió a la cama para dormir. Durante todo momento, ignoró a Alejandro, quien al parecer era invisible. Molesto con la situación, el hombre fue al baño y se baño. Luego, se recostó sobre la cama con expresión malhumorada. Si bien durmieron juntos, habia una almohada larga entre ellos. Era como si estuvieran recostados sobre camas separadas.
Como Victoria no habia dormido bien la noche anterior, se quedó dormida apenas se recostó. Una vez que se tranquilizó, durmió bien. Cuando se despertó, Alejandro ya se habia ido. Luego, miró la hora y frunció el ceño cuando vio que ya eran las ocho de la mañana; se había quedado dormida. De inmediato, se levantó de la cama y se higienizó antes de bajar las escaleras.
Cuando bajó, se dio cuenta de que todos ya estaban en la mesa comiendo. Mientras se acercaba a ellos, de repente se detuvo cuando vio a Claudia sentada al lado de Griselda mientras la cuidaba. En ese momento, supo que trataba de congraciarse con la señora. Si bien no le gustaba lo que hacia, sabia que Alejandro se divorciaria pronto de ella y Claudia se convertiria en la nuera de Griselda, asi que se sintió aliviada.
Mientras caminaba hacia la mesa, Griselda fue la primera en verla.
-Te despertaste, Victoria. Debes tener mucho hambre, ino? Ven y desayuna dijo agitando las
manos.
Los sirvientes enseguida pusieron los utensilios ante Victoria mientras ella se sentaba. Ella le sourió y la saludó.
-Buen dia, abuela. ¿Como dormiste?
-No dormi bien. Debe haber sido porque estaba demasiado entusiasmada por haber vuelto pronto. La mujer suspiró.
Tras escucharla, Victoria la miró de forma preocupada.
–Bueno, deberías descansar después de desayunar, abuela -dijo.
-No te preocupes, estoy bien despierta ahora, pero me iré a dormir una vez que me canse -dijo para tranquilizarla.
En ese momento, el sirviente puso el desayuno de Victoria sobre la mesa.
-Comamos -dijo Griselda al darse cuenta.
-Bueno. -Asintió.
A Claudia le molestaba que Griselda la tratara mejor de que a ella, pero no podía hacer nada más. que continuar cuidandola.
-Prueba más, abuela. Es bueno para la digestión -dijo.
-Gracias. -Griselda la trataba de forma cortés.
Si bien ella también era buena con Claudia, no se comportaba de forma natural como cuando estaba con Victoria. Durante toda la conversación, Alejandro estuvo sentado de forma estoica. Tenía ojeras debido a la falta de sueño y una expresión malhumorada. Desde que Victoria había bajado, había mantenido la mirada fija en la mujer, pero ella parecía ignorarlo y se comportaba como si fuera invisible; no lo había mirado ni una vez. Debido a eso, frunció los labios, frustrado.
Justo cuando Victoria tomó un vaso con leche y estaba por beberlo, un sirviente puso un cuenco de fumet de pescado frente a ella.
-Beba esto, señora Calire.
Era extraño que Victoria bebiera sopa en la mañana, ya que bebía jugo o leche, debido a que quería mantener el cuerpo en perfecto estado. Por ello, los chefs siempre contaban las calorías. cuando preparaban las comidas. Sin embargo, Victoria no se sorprendió cuando vio que le llevaban la sopa. Después de todo, los chefs habían cambiado el menú tras la llegada de Griselda. No obstante, sabía que esa sopa no era para ella, por lo que suponía que Griselda quería que ella la bebiera. Como era de esperar, mientras estaba aturdida, Griselda sonrió y dijo:
-Bebe un poco de sopa, estás muy delgada.
Victoria miró la sopa por un momento antes de asentirle.
-Gracias, abuela.
No debería haber problema si como esto de vez en cuando. Si subo de peso, que así sea. Además, estoy embarazada, así que no debería hacer dieta como antes; necesito ingerir comida más nutritiva-. Tras pensarlo, tomó una cuchara para beber, pero justo cuando iba a hacerlo, sintió náuseas. En ese momento, su expresión cambió de forma drástica y, antes de que los demás pudieran reaccionar, tiró la cuchara y corrió tapándose la boca. Todos quedaron conmocionados por el accionar repentino y se quedaron inmóviles. Alejandro fue el primero en reaccionar y enseguida corrió detrás de ella con una expresión sombría. Luego, la otra persona que reaccionó fue Griselda.
-¿Qué sucede? ¿Está mal?
La voz hizo que los demás recobraran los sentidos y se apresuraron mientras empujaban la silla de Griselda.
En breve, Claudia fue la única que quedó en la mesa de comedor. Sostenía el cuenco sin moverse mientras estaba de pie alli; ni siquiera había notado que se le había caído la cuchara en el cuenco y habia desparramado sopa; estaba pálida y solo tenía un pensamiento en mente. ¿Victoria’ acaba experimentar náuseas matutinas? ¡Debe ser eso! De otro modo, no debería sentir náuseas tras oler la carne. ¿Qué debería hacer? Nadie sabe que está embarazada y dudo que ella les diga. La gran señora Calire se habría enterado si hubiera tenido intenciones de decir algo, pero es una mujer. No solo eso, sino que es una mujer que ha sido madre. ¿Y si se percata de algo?. Al pensar en eso, Claudia se alarmó, dejó el cuenco y enseguida los siguió.
Habia un baño en el primer piso. Cuando Victoria corrió hacia allí, enseguida tuvo arcadas en el lavatorio. Si bien estaba descompuesta, no vomitó nada porque se acababa de levantar y tampoco habia comido mucho la noche anterior. Aun así, no podía evitar las náuseas que sentía. Después de un momento, comenzó a sudar y empalideció.
En ese estado miserable, sintió las manos de alguien que le acariciaba la espalda. Tenía lágrimas en los ojos mientras sentía arcadas. Después de unos minutos, las náuseas desaparecieron, pero había perdido la fuerza, por lo que estaba débil y casi se cayó después de dar algunos pasos. En breve, sintió unos brazos sujetándola de la cintura mientras la alzaban. Cuando sintió que la levantaban, de forma inconsciente se acurrucó en brazos de Alejandro.
En ese momento, Griselda llegó.
-¿Cómo está? -preguntó mirándola, preocupada.
Alejandro tenía una expresión sombría mientras la abrazaba con fuerza.
-No estoy seguro. La llevaré a un hospital mientras ustedes siguen desayunando.
Mientras hablaba, Claudia llegó y su expresión cambió cuando escuchó que la iba a llevar al hospital.
-Iré con ustedes -dijo, siguiendo a Alejandro cuando pasó a su lado.
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