Capítulo 1 ¡ Tú lo quisiste, ahora aguántate!
—Te compro una noche y tú pones el precio.
En el bar Noche Estelar, ¡Valentina Lancaster fue drogada con afrodisíacos!
Sentía cómo su cuerpo ardía en llamas. Para evitar hacer el ridículo en público, se aferró al hombre que tenía frente a ella.
Este bar era un famoso burdel de hombres de la ciudad Marbella. Los demás hombres allí hacían todo lo posible por complacer a las clientas a su lado, pero él estaba sentado solo en un rincón. Vestido con una elegante camisa de satén negra, su apariencia contrastaba con el ambiente del lugar. Aun así, se notaba un evidente descontento en su mirada dirigida hacia ella.
¿Acaso se preocupaba de que yo no pudiera pagarlo?, pensó Valentina.
—No te preocupes. Tengo mucho dinero —dijo Valentina y estaba dispuesta a sacar sus tarjetas de la cartera para demostrarlo.
No obstante, sus piernas se debilitaron de repente y cayó completamente sobre el hombre.
Santiago Mendoza mostró una mirada fría, confundiéndola con una de las mujeres que se le acercaban maliciosamente. Acababa de llegar a la ciudad y le habían preparado una trampa. Con indiferencia y arrogancia, “aconsejó” a Valentina:
—He visto a muchas mujeres como tú. La próxima vez que intentes seducir a un hombre, te sugiero que parezcas más sencilla e inocente. Tal vez así puedas despertar el interés de los hombres.
¡Las mujeres que parecen sencillas e inocentes!
Al escuchar esas palabras, Valentina se sintió aún más decepcionada. ¡Resultaba que a todos los hombres les gustaban las mujeres sencillas e inocentes! Eso explicaría por qué su prometido, Noah Rodríguez, se había dejado seducir por Aitana Lancaster, ¡una mujer “cándida”, como había dicho aquel hombre! Al recordar la escena de la maldita pareja desalmada enredada y desnuda, Valentina se sintió extremadamente furiosa. Fue precisamente debido a esa furia que decidió seguir el consejo de Luna Herrera y vino al bar Noche Estelar con la intención de vengarse de los hombres. Sin embargo, no esperaba que la drogaran con afrodisíacos…
En ese momento, Valentina sentía como si miles de hormigas estuvieran mordiendo su cuerpo, lo que la llevó al borde del colapso. Sin embargo, Santiago solo la apartó sin piedad y se levantó con indiferencia.
Valentina no se atrevió a quedarse allí enfrentando un destino impredecible. Mientras luchaba contra la humillación, agarró el dobladillo de la camisa del hombre y le suplicó:
—Me… me han drogado con afrodisíacos… Te ruego que me ayudes… Por favor…
***
Valentina salió del bar sobre el hombro del hombre. Diez minutos después, llegaron al Hotel Costa Azul.
Santiago miró a la mujer aturdida que colocó en la cama, con una expresión sombría en su apuesto rostro, sin comprender qué diablos le había pasado por la cabeza, y aceptó ayudarla…
Frunciendo el ceño, sacó su celular e hizo una llamada, luego ordenó:
—El Hotel Costa Azul, la habitación 602. Dile a tu médico privado que venga aquí de inmediato…
Antes de que Santiago pudiera terminar las palabras, la chica le arrebató el móvil y colgó la llamada directamente. Al siguiente instante, los labios suaves de la mujer se posaron sobre los suyos.
Todo su cuerpo estaba tan ardiente como el fuego, pero sus besos eran torpes. Por lo general, Santiago no solía interesarse en las mujeres, y mucho menos aprovecharse de una chica en su vulnerabilidad. Sin embargo, los besos apasionados y tímidos le provocaron sensaciones extrañas, no solo en su cuerpo, sino que también en su corazón.
De repente, la suave y tierna mano de la chica se deslizó dentro de su camisa, lo que le provocó un escalofrío intenso de vigilancia. Giró rápidamente y la sujetó bajo él, pronunciando palabras con un tono que reflejaba una mezcla de represión y castigo:
—¡Lo buscaste tú y no te arrepientas!
Valentina se asustó un poco por el destello peligroso en lo profundo de sus ojos, pero los besos apasionados del hombre eran como las olas sucesivas del mar que la refrescaron. Bajo su seducción, se entregó a su ritmo instintivamente…
Fue una noche de locura que llegaron a su fin al amanecer.
Valentina ya estaba completamente agotada, sintiendo como si su cuerpo estuviera cayendo a pedazos. Cuando despertó, miró fijamente la amplia espalda desnuda del hombre e intentó asimilar lo que había sucedido ante ella: ¡había pasado la noche con este hombre, un prostituto masculino!
¡Nunca había hecho algo tan loco!
Afortunadamente, él estaba todavía dormido y tenía que salir de este lugar rápidamente aprovechando del tiempo. Al ver su falda destrozada en el suelo, imágenes vívidas de la noche desenfrenada se agolparon en su mente. Su rostro se puso rojo como una manzana y su corazón latía con fuerza. Nerviosamente, tragó saliva y recogió la camisa del hombre del suelo para dirigirse al baño. Diez minutos después, salió del baño vistiendo la camisa de Santiago. Tomó su cartera y murmuró en voz baja:
—No te preocupes, te pagaré también la camisa.
Estaba a punto de pagarle la “tarifa de servicio” al mismo tiempo. Sin embargo, se quedó atónita y sin palabras al abrir la cartera…
¡No tenía dinero en efectivo!
¿Qué debía hacer ahora?
Después de vacilar durante un buen rato, tomó la difícil decisión de sacar algo de su bolso y lo colocó en la mesita de noche apretando los dientes…
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