Cuando tu prometido te engaña novela -
Capítulo 13
13
El realmente venia a rescatarme.
Diego?
Dije su nombre de manera tentativa, como si pronunciarlo agotara todas las fuerzas de mi cuerpo. El me abrazó fuertemente, asintiendo frenéticamente: -Soy yo, soy yo, lo siento, llegué tarde. Diego estaba delgado, y se veía muy agotado.
El, que siempre estaba impecable, tenía barba y el cabello parecía descuidado desde hacía mucho tiempo.
Estaba completamente desarreglado.
Nada parecido a cómo solía ser.
No era de extrañar que Leticia dijera que Diego estaba loco, así se veía.
Sus ojos parecían sangrar mientras miraba mi rostro ensangrentado, quería tocarme pero temía lastimarme, solo acarició suavemente mi cabello con gran ternura.
Fue la primera vez que lo vi así.
¿Era compasión, culpa o enojo?
Ya no podía distinguirlo.
Me sentía un poco cansada.
Quería dormir.
-Blanca, espera a que llegue el médico antes de dormir, ¿bien?
Diego habló con ternura, no era una orden, ni una súplicà.
Solo había preocupación en su tono.
-Está bien. -Asentí sin pensar.
Miré a mi alrededor, Letícia y los hombres que la acompañaban ya habían sido controlados por las personas que Diego había traído.
-Descansa un poco, hoy me encargaré de todo.
Diego me ayudo a sentarme en una silla y me cubrió con su saco de traje.
Al instante siguiente, Diego se volvió hacia Leticia.
Esos ojos tiernos se volvieron helados en un instante.
Son completamente diferentes a los de ahora.
-Diego, finalmente estás dispuesto a verme, sabía que no podías abanodarme, ¿verdad?
Leticia se regocijaba en el placer de volver a ver a Diego, pero no percibía la frialdad asesina que emanaba de él.
Diego se acercó a Leticia, su voz era como un témpano de hielo: -¿Por qué atacaste a Blanca? -Por supuesto, por ti, ¿quién más? Porque decidiste cortar todo contacto conmigo por ella. Leticia hizo un puchero, coqueteando con Diego como solía hacerlo.
Normalmente, en este punto, Diego le acariciaría la cabeza con indulgencia y sonreiría.
Pero ahora, solo había ira en Diego.
Su tono estaba impregnado de un intenso odio: -¿No temes mi venganza?
Leticia se liberó del control de los demás y, como antes, tomó la mano de Diego con gracia y confianza: -Solo te preocupas por mí, por eso no te atreverías a lastimarme.
Cuando dijo eso, Leticia me miró, ya sea intencionalmente o no.
Aguanté el dolor punzante y permanecí despierto una última vez, observándolos.
-Realmente no te haré daño.
Dijo Diego con frialdad.
Mientras decía eso, Leticia miró hacia donde estaba yo, con una mirada desafiante y triunfante. Pero en este instante, sus ojos mostraron una sorpresa extrema.
Sus ojos se abrieron de par en par, mirando fijamente a Diego, con una expresión de incredulidad. -Pero voy a matarte. -Diego, apretando los dientes, añadio esa última frase.
Instintivamente, Leticia miró hacia su propio pecho.
Allí, incrustado profundamente, estaba un cuchillo, con la sangre filtrándose lentamente.
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