Capítulo 0259

Silvia sintió una fuerte punzada en el corazón. Si él era el marido primera vez, ella también era su mujer por primera vez. Con frial en sus ojos, ella le dijo:

-Julio, regresa a Brasmo. No me hagas odiarte.

Julio, abrazándola con fuerza, se quedó rígido. Con la voz ronca, respondió:

-No voy a regresar. Tengo todo el tiempo y la paciencia suficier Silvia estaba cada vez más confundida y lo miró fijamente.

-¿No me has despreciado siempre? ¿Por qué ahora insistes tanto ‹ estar conmigo?

Julio tragó con dificultad.

-¡Porque nunca pensé en divorciarme!

Diciendo esto, se levantó y salió de la cama.

-Si alguna vez necesitas algo, llámame. A partir de ahora, soy tu empleado.

Después de que se fue, Silvia llamó al propietario anterior y se enteró de que la casa ya había sido vendida. No tuvo más opción que cambiar la cerradura electrónica.

Recientemente, había escrito una nueva pieza musical y un

empresario estaba muy interesado en negociar la colaboración y el reparto de derechos. Confidencialmente, ese empresario estaba en la misma ciudad, y habían acordado reunirse hoy.

Se preparó desde muy temprano, decidida a cerrar el trato. Necesitaba el dinero porque sus fondos se estal

al pago dado a Julio. Si lograba concretar esta colaboración, podría aumentar de manera significativa sus ingresos anuales.

Habían acordado reunirse en un hotel de cinco estrellas cercano. El

responsable de la empresa contraria era un hombre de Arenasur, con cierta solvencia económica. Le gustaba que lo llamaran señor León. Era un hombre alto, de cabello rubio y ojos azules, vestido impecable con un traje común.

-¿Señorita Isabella?

El hombre, al ver que la famosa compositora de la que había oído hablar en línea era una mujer joven, mostró cierta sorpresa y agrado.

Silvia tampoco esperaba que su contraparte hablara español:

-Soy yo. Señor León, es un placer conocerlo.

Extendió con agrado la mano para saludarlo. Él le devolvió el apretón, pero su mirada era algo extraña. Silvia estaba a punto de retirar su mano cuando él aumentó en ese momento la fuerza de su agarre, mirándola fijamente:

—Me encantan las mujeres hispanas, ¡eres realmente hermosa!

Después de muchísimos años en el extranjero, Silvia no era ajena a esos comentarios lascivos. Con calma y total determinación, logró retirar su mano.

-Mejor hablemos de negocios.

El señor León sonrió, se sentó y se pasó la lengua morbosa por los labios.

-¿Las mujeres hispanas son todas así de…conservadoras? preguntó él, con una sonrisa irónica.

La mirada de Silvia se transformó:

-¿Los hombres de Arenasur son todos tan groseros?

FOR REN

Al escuchar esto, el señor León estalló en grandes carcajadas, con su imponente figura, se inclino sobre Silvia.

-Si pasas una noche conmigo, firmamos el contrato, ¿qué dices?

El rostro de Silvia se enrojeció de la fra, ella tomó su bolso y se dispuso a marcharse. Pero él no estaba dispuesto a dejarlo asi, extendió la mano hacia ella. Silvia sacó el spray de defensa de su bolso y se lo roció directo en la cara. El hombre gritó de dolor y la maldijo. Ella corrió asustada hacia la puerta para escapar.

Una mujer por lo general se encuentra inevitablemente con este tipo de situaciones; Silvia ya tenia una gran experiencia en esto, por

lo que aprendió a protegerse. Pero no había avanzado mucho cuando se dio cuenta de que los guardaespaldas del hombre la estaban siguiendo, Al intentar contactar a Eduardo, se dio cuenta de que había perdido uno de sus audifonos. Tal vez se le cayó al escapar del hombre…

No podía contactar a Eduardo de ninguna manera. Pronto, se vio acorralada en una esquina. Ni siquiera tuvo tiempo de sacar su celular cuando una bofetada se lo hizo volar.

Silvia se sintió bastante mareada y sus oídos zumbaban demasiado. Al ver a varios hombres altos acercándose, se levantó y siguió corriendo. Sus oídos ya no podían distinguir en verdad lo que decían, y su visión estaba algo borrosa. De repente, se tambaleó hacia adelante, pero en lugar de caer al suelo, se encontró con un pecho muy fuerte y firme.

-Por favor, ayúdame…

Silvia levantó la cabeza, y antes de terminar de hablar, quedó sorprendida. Aunque su visión era borrosa, reconoció a Julio de inmediato.

-¡Corre!

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Reuniendo todas sus fuerzas, ella agarró en ese momento la mano de Julio y corrió hacia la salida. No sabía por qué, tal vez era instinto. Había tantos hombres tras ella, desconocía por lo tanto quiénes eran, pero si se atrevían a perseguirla en un hotel, eran peligrosos. Julio estaba solo, y el instinto de ella fue llevarlo consigo.

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