Capítulo224
Aunque Beatriz tenía una naturaleza venenosa, provenía de una familia inferior y aparentaba estar
enferma. Lecna podía tramar contra ella y tomar represalias.
Pero Clara era diferente, provenía de una prominente familia y era despiadada. Si ella realmente
se reconciliaba con Alejandro, Leona no tendría días felices en el futuro.
Con esta idea en mente, Leona ideó un plan. ¿Por qué no llamar a Beatriz y luego observar cómo las
dos mujeres se enfrentaban, haciéndolas daño a ambas?
Decidida, Leona llamó a Beatriz por teléfono.
-¡Beatriz! ¡Es grave! Mi hermano mayor trajo a Clara de vuelta a casa y ambos actuaron con mucha
intimidad. Es posible que pierdas tu posición–le advirtió Leona.
Mientras tanto, Alejandro ordenó a los criados que limpiaran la habitación de Noa. Clara, por su
parte, la abrazaba constantemente, consolándola dulcemente.
-Noa, no tengas miedo, estoy aquí–le decía Clara.
-No eres mi hermana, eres mi cuñada–respondió tercamente Noa, una joven de veinte años cuyas
acciones y comportamiento eran como los de una niña pequeña debido a su autismo.
Alejandro observaba cómo interactuaban, sintiendo una extraña emoción al verlas juntas. Se
acercó a Clara queriendo estar cerca de ella.
-Alejandro–dijo Clara fríamente, tomando distancia. -Sé que estás muy ocupado y que no te
gusta esta casa. Pero, después de todo, has visto crecer a Noa y ella siempre te ha respetado como
hermano mayor. Si no eres un corazón de piedra y todavía tienes un atisbo de bondad en tu
interior, por favor, no ignores los abusos de Leona hacia ella. Si me entero de que Leona la maltrata
de nuevo, la denunciaré por agresión premeditada.
Alejandro quedó completamente sorprendido, sin darse cuenta de lo malvada que podía ser Leona
con su propia hermana. Siempre había mostrado un afecto fraterno hacia ella delante de su
abuelo, pero todo era solo una actuación.
-Te lo prometo, esto no volverá a suceder–aseguró Alejandro firmemente.
-No necesitas prometerme nada. Yo no soy la que ha sido herida–respondió Clara con un toque de
desdén.
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Alejandro estaba acostumbrado a ser rechazado por ella. Clara consoló a Noa por un tiempo antes de dirigirse junto a Alejandro a la habitación que había ocupado sola durante tres años.
Entraron en la habitación, y Clara fue directamente al armario, donde las pertenencias de Irene estaban perfectamente ordenadas. Recordó las noches solitarias en las que se esforzó al máximo para preparar regalos para Alejandro, y cómo él ignoraba sus esfuerzos con frialdad.
Dándole la espalda, Clara sintió un agudo dolor en su corazón. Se rio amargamente para sí misma.
Antes, estaba extremadamente dedicada a él, pero ahora todo había llegado a su fin.
-¿Hay una maleta en la casa? Llegué apresuradamente y no preparé nada. Por favor, préstame una
maleta para empacar mi ropa–dijo Clara.
Antes de que terminara de hablar, Clara sintió una sombra pasar por encima de su cabeza. Sorprendida, levantó la vista y vio inesperadamente una mano delgada y elegante, con cinco dedos
que suavemente sujetaban la puerta del armario.
El hombre llevaba un traje elegante con los puños brillantes, lo que hizo que sus hombros temblaran involuntariamente. Con los ojos bien abiertos, lo miró y preguntó: -Alejandro, ¿qué
significa esto?
Alejandro abrió ligeramente sus finos labios y, con una voz baja y ronca desde lo más profundo de
su garganta, pronunció su nombre: -Clara.
Esa encantadora voz magnética pasó junto a su oreja como una corriente eléctrica que recorrió
todo su cuerpo.
-Si quieres llevar tus cosas, responde esto. ¿Por qué te casaste conmigo en aquel entonces?–
preguntó él.
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