Capítulo401

-¡Ah! ¡Que viva el Señorito Rodriguez! ¡Viva el joven Rodríguez!

-¡Carajo! ¡Rodrigo es demasiado generoso! ¡Me voy a hacer socio de ACE en este mismo instante!

-¡Voy a renovar mi membresía por dos años más! ¡El joven Rodríguez es confiable!

Los invitados estaban muy conmovidos y emocionados.

Luisana recibió al instante un mensaje de texto del departamento de ventas: ¡Las ventas de esta

noche fueron las más altas desde la apertura!

Aunque Rodrigo era increíblemente rico, no era un riquillo estúpido ni mimado. Esa noche invitó

generosamente a todos los asistentes, aparentando ser el despilfarrador que paga, pero en realidad

estaba mejorando su imagen. Además de aumentar la popularidad en ACE, se estimuló el gasto de

los clientes para su empresa.

-Logrando los tres objetivos de una vez.

-Es… es realmente un derroche…-Noa bajó sus largos párpados, apretando los labios avergonzada.

-¿Qué? ¿No me digas que estás sintiendo lástima por mi dinero? -Rodrigo alzó una ceja

juguetonamente.

Por ella, había gastado una fortuna esta noche.

Sin embargo, disfrutaba de esto y no había estado tan contento y relajado en mucho tiempo.

Realizar cosas por esta chica, a veces le hacía preguntarse si la complacía a ella o se satisfacía a

sí mismo.

Noa parpadeó con sus ojos brillantes, afirmando suavemente.

-Ja, interesante. He tenido tantas mujeres deseando que gaste dinero en ellas, y aquí estás tú

preocupada por mi dinero.

Rodrigo giró y se apoyó en la barandilla, mirando de reojo su rostro sonrojado. Una sonrisa

sugestiva jugueteó en sus labios-¿Qué tal? ¿Te gustaría encargarte de mis finanzas en el futuro,

chiquita?

En ese momento, estaba un poco ebrio, lo que hacía que sus palabras fueran más seductoras s de

Ellos, estaban hombro a hombro, muy cerca.

Noa no entendió del todo el tono coqueto en sus palabras, pero podía sentir claramente el cálido aliento que salía de la nariz del hombre en sus delicados lóbulos. Era un poco reconfortante y picante, haciendo que su corazón temblara involuntariamente. Tímidamente encogió los hombros.

-Yo… yo no soy un banco, no quiero encargarme de tus finanzas.

-No solo los bancos pueden encargarse de mis finanzas, ¿verdad, Hermanita coliflor?

Rodrigo acarició el cabello suave y fino que parecía agua fluyendo entre sus dedos, y la sensación

le agradó tanto que no quería soltarlo.

-¿Ya no tienes ese peinado rizado como coliflor? Pensé que lucías linda con él.

Un dolor punzante atravesó el corazón de Noa mientras esquivaba el toque de Rodrigo, sus ojos

enrojecidos.

-No me gusta el peinado rizado en forma de coliflor.

-¿No te gusta? -El hombre se sorprendió.

En el instante sintió cómo los cabellos sedosos se le escapaban entre los dedos, su corazón se

contrajo.

-No me gusta el peinado rizado, pero puedes llamarme ‘Hermanita coliflor’, porque me has

salvado la vida y has encontrado mi osito de peluche esta noche, así que…

Noa levantó ligeramente su rostro, sus ojos brillaban mientras lo miraba. -Te estoy agradecida,

puedes hacer lo que quieras… conmigo.

Hacer lo que quiera…

Repentinamente, un fuego ardiente encendió en el corazón de Rodrigo, su respiración se hizo más

pesada.

Si lo dijera cualquier otra mujer, habría considerado que era una insinuación lasciva. Pero cuando

lo dijo Noa, sonaba tan puro y sincero, como un arroyo claro y limpio fluyendo hacia su corazón.

-Señorito Rodríguez.

En ese momento, un camarero entró, sosteniendo una bandeja con una botella de vino tinto

favor, disfrútelo usted y la señorita

Rodrigo afirmó con la cabeza, el camarero dejó la bandeja y se retiró, cerrando la puerta.

Al ver el vino tinto, Noa pasó su lengua por sus labios rojos y sus ojos se iluminaron.

-¿Lo juntos? – Rodrigo adivinó sus intenciones y sonrió con los ojos entrecerrados.

-¿P-podemos? -Noa abrió abiertamente los ojos, pareciendo bastante indecisa.

-Por supuesto, veo que te gusta beber, de lo contrario…

Rodrigo se detuvo antes de completar la frase, recordando todo lo que había sucedido en el arbusto esa noche. Carraspeó roncamente y trató de dispersar la creciente calidez en su cuerpo.

Antes de que pudiera decir más, Noa ya había tomado el decantador sin dudarlo, vertiendo el vino en la costosa copa de cristal. Primero acercó su pequeña nariz para olerlo, con una expresión linda

que parecía un cachorrito.

Luego, balanceó la copa de vino, observando atentamente el color del líquido, con una

concentración similar a la de un sumiller profesional.

Finalmente, dio un pequeño sorbo, saboreando el vino con paciencia y disfrutándolo, sintiendo

cómo el sabor vino cambiaba en su boca.

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