Clara se sintió conmovida en su corazón y se arrodilló frente a Laura, sonriendo brillantemente con
su hermosc rostro. -Conmigo a su lado, puede estar tranquila, señora.
Pol se quitó el traje y, con su alta y esbelta figura enfundada en una camisa blanca y un chaleco
gris, se dirigió a la cocina, con una elegancia que irradiaba riqueza.
Aunque Clara era una invitada, se sintió un poco incómoda al ver a Pol, miembro de la prestigiosa
familia García, cocinando para ella en su propia casa. Así que decidió seguirlo a la cocina.
-Permiteme ayudarte. En tu casa no tienes ni un cocinero, ¿hasta cuándo planeas cocinar todas
estas delicias tú solo? -dijo Clara mientras observaba la mesa llena de ingredientes de alta
calidad. Se remangó la blusa con decisión, sintiéndose inspirada para cocinar.
-No te preocupes, todos los ingredientes ya están listos, y cocinar mariscos es rápido-respondió
Pol, mirándola preocupado. Luego, en voz baja y con una tonalidad suave, agregó: Clara, recuerdo
que eres alérgica al humo. La cocina puede llenarse de humo, así que sería mejor que vayas a la
sala de estar a hablar con mi madre.
Clara se sobresaltó, sus claros ojos se destellaron de asombro. -¿Cómo sabías que soy alérgica al
humo?
-¿Recuerdas cuando éramos niños? -comenzó Pol. -Julio te trajo a casa una vez, y él insistió en
hacer una barbacoa en el patio trasero. Después de un rato, empezó a salir humo y Julio se puso nervioso y te sacó
de allí, diciendo que eras alérgica al humo. Lo recuerdo muy bien. Julio estaba tan preocupado y enojado en ese
momento que incluso regañó a mi padre.
Pol sonrió con ternura. -Parece que eras la niña mimada de Julio.
Clara lo observó fijamente, sus ojos revelaban una mezcla de emociones indescifrables. Lentamente, una
sensación de amargura surgió en su corazón, ascendiendo lentamente a través de su garganta y provocando que
sus ojos se humedecieran ligeramente. Ella había estado junto a Alejandro durante tres años, cocinando para él
durante todo ese tiempo, pero él ni siquiera sabía
de su alergia al humo.
Sin embargo, Pol recordaba un pequeño incidente de hace más de una década.
-No te preocupes, estaré encantada de ayudar-dijo Clara mientras se ponía junto a él frente al fregadero y
comenzaba a manipular los ingredientes frescos con destreza.
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Los ojos de Pol se oscurecieron ligeramente, su garganta se movió con una emoción contenida y dio un paso más
cerca de ella.
-Clara, gracias-susurró con voz clara, pero con un toque de gravedad. La situación de mi madre, como has visto, es
que su memoria está en retroceso. A veces, ni siquiera me reconoce, y otras veces piensa que todavía soy un niño
de siete u ocho años.
-Entiendo. Eso es uno de los síntomas del Alzheimer-suspiró Clara profundamente.
-¿Estarías dispuesta a acompañarme a alegrarla? Te estaría muy agradecido-continuó Pol,
mirándola con preocupación.
Ambos se miraron sin previo aviso, y sus frentes chocaron levemente. Luego, ambos rieron.
Dentro de la villa, reinaba una atmósfera cálida y alegre.
Fuera de la villa, el frío era intenso y el viento del norte soplaba sin piedad.
Alejandro, firme como un pilar de hierro, permanecía de pie fuera de la villa, con la mirada fija en la cálida y
brillante luz en su interior, con la esperanza de que ella saliera a verlo.
Sabía que ella eventualmente saldría, ¿verdad?
De repente, Alejandro sintió una sensación fría y húmeda en su rostro, una sensación que se filtraba en lo más
profundo de su ser, haciendo que todo su cuerpo temblara. Miró hacia arriba lentamente, y vio cómo los pequeños
copos de nieve caían uno tras otro, derritiéndose en su rostro
pálido y entrando en sus ojos.
Estaba nevando.
Era la primera nevada en la Ciudad de México desde el comienzo del invierno.
-Clara, quiero estar contigo mientras disfrutamos de la primera nevada juntos-pensó Alejandro
Alejandro exhaló nubes de vapor caliente y, temblando, sacó su teléfono celular para llamar a
Clara.
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