Capítulo682

Pol estaba al borde de perder el control, sus hombros temblaban intensamente y su voz ronca

estaba cargada de emociones dolorosas. -Lo he dicho innumerables veces, fueron Leonardo y

Eduardo, los dos hijos en quienes más confiabas y a los cuales más mimabas, los que conspiraron

contra mi madre. No investigaste la verdad ni escuchaste la explicación de mi madre,

simplemente la enviaste lejos a ese maldito lugar. Casarse contigo fue la mayor pesadilla en la

vida de mi madre.

-El hecho de que la enviara y que todavía mantuviera su estatus es más de lo que merecía. En ese

momento, vi con mis propios ojos, la atrapé cometiendo adulterio. ¿Qué más puede decir ella? –

Simón estaba furioso, su rostro enrojecido. Recordar ese escándalo de hace años solo lo hacía

desear estrangular a Laura. Y al pequeño bastardo frente a él.

-Eres un tonto-murmuró Pol, riendo fríamente para sí mismo antes de darse la vuelta una vez más. En realidad, no

tenía intenciones de sacar a relucir ese asunto, ya que cada vez que hablaba sobre la humillación de su madre,

sentía un gran dolor agudo e insoportable. No esperaba que Simón se diera cuenta de la verdad. Simplemente no

le importaba. Porque todos ellos, tarde o

temprano, enfrentarían su propio y miserable infierno.

Él

ya no esperaba que Simón tuviera una revelación. Simplemente ya no le interesaba. Porque

todos ellos iban a ir al infierno uno a uno.

En una habitación hermosa y tranquila, el aire estaba cargado de una tensión romántica. La suave luz llenaba la

habitación, delineando las siluetas de dos personas fundiéndose estrechamente. Clara estaba tan apretujada en los

brazos de Alejandro que apenas podía respirar. Respiró profundamente unas cuantas veces y retorció su delicada

cara sonrojada.

-¡Si no me sueltas, te voy a golpear de verdad! -dijo en un tono que, dada la situación, sonaba más caprichoso que

enojado. Su voz sonaba tan suave como si estuviera a punto de derramar lágrimas.

-Clara, ¿de verdad estarías dispuesta a golpearme? -Alejandro dijo mientras frotaba su barbilla contra su hombro,

con los ojos entrecerrados, revelando un deseo apasionado y lujurioso en su mirada enrojecida.

-¿Qué te importa? Tú no significas nada para mi-dijo Clara con frialdad, aunque una sensación de hormigueo se

extendía por todo su cuerpo, haciéndola sentirse entumecida.

Alejandro, con ojos color avellana, mostró una profunda ternura y le susurró con voz ronca: –En cualquier caso, soy

tu salvador.

Los ojos de Clara, tan profundos como el cristal, se estrecharon ligeramente. Su corazón latía tan

fuerte que le costaba respirar. Sí, él era su salvador. Sin embargo, lo que él no sabia era que ella

también había sido su salvadora.

Al ver que Clara no respondía durante un largo rato, Alejandro se puso nervioso nuevamente,

sintiendo que estaba llevando esto demasiado lejos. Se apresuró a inclinarse humildemente y

susurró al oído:

-Me equivoqué, Clara. Solo soy tu perro fiel, haz lo que quieras conmigo.

Clara, con una personalidad juguetona, hizo una solicitud insolente. Después de todo, no tenía la

intención de tener ninguna relación amorosa con Alejandro desde ningún punto de vista. Así que,

siendo un poco malvada, decidió molestarlo un poco.

Como dos ladridos de perro resonaron en la habitación. Alejandro, temiendo que no lo hubiera escuchado

correctamente, lo repitió dos veces más.

La cara de Alejandro estaba ardiendo y se sentía muy avergonzado en su interior.

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