Capítulo698
Al día siguiente, a las nueve de la mañana.
El personal de la familia Hernández se reunió nuevamente fuera del quirófano. Enrique estaba apoyando a
Fernando, padre e hijo, que no apartaban la mirada de la puerta del quirófano.
Ema y Leona ya se habían ido a casa con la excusa de que estaban sintiéndose mal. A Fernando no le gustaba ella
y a ella no le importaba si Alejandro vivía o fallecia. Así que decidió no fingir más y
se fue a casa a dormir y descansar.
-Ya ha pasado tanto tiempo, ¿por qué Clara aún no ha salido? -Julio estaba sentado en el pasillo,
mirando hacia la dirección del quirófano, muy preocupado.
-La cirugía cerebral no es una cirugía menor, puede llevar un día y una noche-Diego acarició
suavemente la espalda de su padre y le consoló con voz cálida, -Tranquilícese, Clara es más fuerte
y habilidosa de lo que usted imagina, y sabe muy bien cómo hacer las cosas. Esta operación será
un éxito, seguro.
-Oh, no es eso lo que me preocupa. Me preocupa que mi hija haya estado de pie todo el día y toda
la noche. ¿Su pequeño cuerpo puede aguantarlo? ¿Está cansada? ¿Tiene tiempo para comer algo y
beber agua? -Julio se preocupaba cada vez más. Si no fuera por su hijo que lo sujetaba, incluso
habría querido entrar y ver a su hija.
Diego sonrió amargamente y sin opción, -Papá, pensé que te preocupabas por… la persona
hospitalizada allí adentro.
Julio miró la figura ansiosa y desanimada de Fernando, frunció ligeramente el ceño, -Ese chico realmente salvó a
mi preciosa bebé esta vez. Merece un poco de crédito. Con un gran porcentaje de
menos a cero.
Diego apretó los labios y no dijo nada porque había prometido a Clara que mantendría el secreto.
Alejandro ya no es la primera vez que salva a tu preciosa bebé. La última vez en la montaña, casi no pudo regresar
ileso por Clara.
-Papá, tengo una pregunta para ti, si…
-¡Oh no… ¡Hermano mayor, hermano mayor!
Antes de que Diego pudiera terminar su pregunta, fue interrumpido por un llanto lloroso.
El pasillo que inicialmente estaba tranquilo y opresivo experimentó un cambio, y padre e hijo de
la familia Hernández se volvieron hacia el sonido.
Vieron a Jimena corriendo hacia ellos, con tacones altos, llorando con desbordantes lágrimas en
los ojos
-Jimena, ¿cómo has venido aquí? -Rodrigo se apresuró a detenerla y le dijo con voz profunda: –
Este no es el lugar para que hagas un escándalo, ¡regresa a casa de inmediato!
Jimena levantó la cara para enfrentar su mirada, sus ojos llenos de frialdad y burla.
Rodrigo se sorprendió.
Sintió que esa mirada era extraña y aterradora. Era como si hubiera cortado su relación totalmente
de hermanos, de más de veinte años. No podía ver ni un ápice de confianza y dependencia hacia él
en sus ojos.
Al instante, Jimena apretó los dientes y empujó ferozmente a Rodrigo, dirigiéndose directamente
hacia el padre e hijo de la familia Hernández.
-¡Abuelo Hernández! ¡Tío Hernández! ¿Cómo está mi hermano mayor? ¿Se despertó?
Jimena lloraba tanto que su pequeña carita redonda estaba pálida y desgastada, sus ojos estaban
rojos e hinchados, y su sollozo casi sin aliento despertaba una gran compasión.
-¿Quién es ella…? -Fernando miró a la mujer llorosa frente a él con confusión.
-Papá, ella es la hermana menor de Rodrigo, la señorita Jimena de la familia Rodríguez- Diego le
terminó explicando.
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Al ver a Jimena llorar tanto por su hijo, Enrique se conmovió y habló amablemente, -Cuando ella
era pequeña, Rodrigo la trajo a nuestra casa con frecuencia. Alejandro siempre ha tenido una
buena relación con ella y la veía como una hermana. Después, Jimena fue a estudiar al extranjero
y dejó de venir con tanta frecuencia. Acaba de regresar este año al país. -Oh… es la hermana de Rodrigo-Fernando
entendió y no dijo nada más.
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