Todo Por Amor By Victoria Selva Novel -
Capítulo 119
Capítulo 119Capítulo 118 ¿Ya no estás molesta?
De regreso a la oficina, Victoria dejó el pastel en el escritorio; estaba de muy buen humor cuando bajó las escaleras e incluso tenía hambre, pero en ese momento no. El accidente con Cristóbal Duarte provocó que no pudiera dejar de pensar y recordaba lo que le había dicho su amiga. Aunque era una posibilidad que se encontraran solo por casualidad, no quería pensar mal de las personas; después de todo, esa pastelería era muy reconocida por lo que era esperable que tuviera muchos clientes. ¿Pero en verdad era una coincidencia?
Victoria se reencontró con un compañero de escuela que no había visto durante años y que era el admirador de Claudia, justo después de que ella se accidentara. Mientras pensaba en ello, abrió la caja y percibió el aroma delicioso del pastel; cortó un trozo y lo comió al mismo tiempo que tomaba una decisión. Fuera o no una coincidencia, debia tener mucho cuidado. Si Cristóbal queria vengar a Claudia, Victoria debía evitar cualquier posible amenaza de él; de lo contrario, ella seria muy intolerante.
Aunque Claudia le había prometido que iba a permitir que continuara con el embarazo, nadie podia asegurarle que no cambiaria de opinión. ¿Y si eso ocurría? La joven no se atrevió a pensar en esa posibilidad y debia ser muy cuidadosa por el bienestar del bebé que tenia en el vientre. Antes de salir del trabajo, fue a la oficina de Alejandro y se encontró con Pedro, que salía de allí mismo. En cuanto la vio, se acercó a ella como si fuera un amigo cercano.
-Señorita Selva, ¿viene a ver al señor Calire?
-¿Qué sucede? ¿Está ocupado? -preguntó al mismo tiempo que se detenía.
-No, claro que no–respondió y sacudió la cabeza-. Se retirará pronto, solo que crei que no vendría a verlo, señorita Selva.
Antes de que Claudia regresara, Alejandro siempre esperaba a que Victoria fuera a su oficina antes de retirarse de la compañía juntos. No obstante, desde que esa mujer fue por primera vez, Victoria ya no iba a su oficina, por lo que Pedro creyó que no iba a volverlo a hacer. Al mencionarlo, Victoria se puso incómoda y no dijo nada. Hacia tiempo que usaba el auto de Alejandro para irse a casa sola, pero debía ser cautelosa. De lo contrario, no habría ido a verlo.
-Pase; el señor Calire está allí.
-De acuerdo.
La joven caminó a su lado y él volvió a saludarla antes de que entrara.
-Buena suerte, señorita Selva. Cuidese.
La joven estaba perpleja por su amabilidad y Pedro se retiró con los documentos que tenía en las manos. Se quedó de pie en el lugar con el ceño fruncido mientras pensaba en lo que acababa de decirle. Quizás le desco suerte porque Alejandro la preferia antes que a Claudia, pero ¿por qué le dijo que se cuidara? Esa frase hizo que se quedara pensando un momento.
Ella creía que era muy buena ocultando su embarazo, excepto por la vez que Sabrina le gritó por
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mensaje de voz y ella lo reprodujo en la oficina, por lo que nadie debería saber al respecto; incluso Jazmin actuaba con normalidad. No importa. No debe saberlo». Victoria dejó de pensar y se dirigió a la oficina de Alejandro. La puerta estaba cerrada e iba a golpearla, pero de repente él la abrió. Estaba sorprendido porque era evidente que no esperaba que ella fuera a buscarlo, así que se emocionó un poco.
-¿Viniste a verme?
-Si–dijo y bajó la mano con la que iba a golpear la puerta-. No me siento bien, así que no quiero manejar. ¿Puedo…? -Tuvo un recuerdo, hizo una pausa y dijo: ¿Podrías llevarme a casa estos días?
-¿Qué sintomas tienes?
Ella nunca esperó que él le preguntara y la miró de pies a cabeza de manera mordaz, lo que provocó que ella se quedara estupefacta.
-Eso no importa.
-Entonces, ¿qué tienes? ¿Estás enferma? -preguntó mientras la sujetaba por los hombros.
Él sabía que estaba comportándose de manera extraña, como si estuviera guardando un secreto e incluso hasta ese día, él desconfiaba de ese informe. En principio, creyó que le habian diagnosticado una enfermedad y que por eso lo rompió, pero la explicación de la joven muy convincente. Le explicó que le colocaron el informe en el bolsillo cuando estaba bajo la lluvia torrencial, por lo que era esperable que se mojara y fuera ilegible. Luego, ella les prestaba atención a otros asuntos y olvidó lo ocurrido.
-Estoy bien -respondió con el ceño fruncido-. ¡Alejandro, dije que estoy bien! ¿Por qué no me crees? ¿Quieres que esté enferma?
-¿De qué estás hablando? -preguntó.
-Entonces, ¿por qué no entiendes que no estoy enferma? Te dije que no me siento bien porque no tengo ganas de conducir, ¿entiendes? ¿Quieres continuar investigando?
Sonaba impaciente y sacudía las manos; sin embargo, Alejandro no se enojo sino que la miró.
-¿Ya no estás molesta?
-¿Qué?
-Nada–comentó inexpresivo luego de fruncir los labios.
No obstante, parecía emocionado. «Es una excusa que me diga que no tiene ganas de conducir, ¿no? Quieres reconciliarte conmigo y por eso viniste a verme». Volvió a mirarla y se dio cuenta que lucía igual que cuando era joven. Tenia mal carácter y cuando peleaban en el pasado, ella se marchaba y lo dejaba solo. Sin importar lo mucho que él intentara convencerla, ella lo ignoraba, pero cuando se impacientaba, se acercaba a él y utilizaba excusas patéticas para reconciliarse. Eso mismo estaba haciendo en ese momento. Aunque no estaba enferma, ella le dijo eso para
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con él a la casa.
-Vamos
Alejandro agarró las llaves de su auto y ya no estaba de mal humor. Por otro lado, Victoria no sabia en qué estaba pensando y, al verlo salir, se apresuro a alcanzarlo. En cuanto llegaron al estacionamiento, Claudia lo llamo. Alejandro sacó el teléfono y se quedó atónito al leer el nombre de ella. Victoria notó el cambio en su expresión.
-Esperaré aquí -dijo la joven sin siquiera volverlo a mirar.
Luego, se alejó de él: Alejandro frunció los labios y sujetó con fuerza el teléfono. Por otro lado, Victoria se aburrió mientras lo esperaba. Ella tenia un humor distinto en comparación de la última vez que Victoria esperó a que Alejandro terminara su llamada con Claudia. En aquel entonces, aún no se habia dado por vencida con él y se sentia incómoda al ver que le respondía a esa mujer, pero, ya no la afectaba ni le importaba.
3/3 Pobre niña
Alejandro escuchó la voz gentil de Claudia.
-¿Saliste de trabajar, Ale? Supongo que estás libre ahora y por eso te llamé.
-Si–respondió mientras miraba a Victoria-. Acabo de salir.
-Grandioso; no queria molestarte. ¿Cómo está la abuela? He estado preocupada por ella y no pude descansar bien en el hospital. Si tan solo le agradara, podría haberla visitado.
Cada vez que nombraba a su abuela, Alejandro se angustiaba por ella..
-Deberías preocuparte por recuperarte en este momento -respondió en voz baja-. No le des importancia a otros asuntos.
-Está bien, Ale. Es que estoy preocupada por ella. ¿Puedes llevarme a verla el día que la operen? Quizás no esté molesta si me ve.
¿El día de la operación? Alejandro frunció los labios y pensó un momento, pero llegó a la conclusión de que era posible hacerlo aunque todo dependía de cómo fuera la situación ese día.
—Te lo diré el dia que sea la cirugía.
Claudia no esperaba que él aceptara, pero aun así le sugirió eso. El hecho de que no la hubiera rechazado significaba que tenía una oportunidad.
-Está bien. ¿Puedes venir ahora? No quiero molestarte, solo te extraño un poco. Además, me duele demasiado la herida. El doctor dijo que tardará mucho tiempo en sanar.
Al escucharla, Alejandro frunció el ceño. Él en verdad tenía tiempo libre y le prometió que iría a verla, pero… Miró a Victoria.
-Quizás otro día. Cuídate.
Como él la había rechazado dos veces, a Claudia se le desfiguró el rostro, pero no tenía alternativa más que aceptar su decisión.
-Está bien.
Victoria esperó unos tres minutos y, al ver que Alejandro continuaba conversando, sacó el para hacer una lista con lo que iba a hacer el día siguiente. Sin embargo, luego de utilizar su teléfono un momento, Alejandro estaba de pie detrás de ella de repente.
suyo
-Vámonos.
La joven se sorprendió porque no esperaba que él cortara la llamada en cuanto ella sacó su
teléfono.
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-¿Terminaste? Qué rapidez -dijo al mismo tiempo que lo guardaba en su bolso.
-¿Rapidez?-preguntó de manera sombría-. ¿Cuánto tiempo quieres que dure la llamada?
-¿Podemos irnos? -comentó avergonzada y cambió el tema de la conversación.
La joven habló en un tono de voz elevado y a Alejandro se le desfiguró aún más el rostro.
-¿Vas a quedarte aquí?
Al escucharla, decidió acercarse al auto con una expresión apática. Victoria permaneció de pie. perpleja. ¿Acaso no estaba conversando con su enamorada? ¿Por qué está de tan mal humor luego de hablar con ella?». De todos modos, no tenía intenciones de pelear con él; aunque fuera un asunto simple que pudiera arruinar el humor de ambos, no quería arriesgarse. Después de todo, necesitaba que él la protegiera.
Si se iba y volvia de la compañia con Alejandro, quien quisiera vengarse de ella no podría atacarla con facilidad al estar con un hombre. Al pensar en ello, aceleró el paso y lo alcanzó. A partir de ese día, además de los lugares seguros y familiares, ella se iria junto a Alejandro a la compañía. No utilizó su auto y se aseguró de no estar nunca sola.
El comportamiento de la joven hizo que Alejandro recordara el pasado; cuando eran niños, ella solia estar siempre con él. En aquel momento, a él no le molestaba, por el contrario, le agradaba y, si ella queria, podría seguirlo por el resto de su vida. Al recordar aquello, Alejandro comenzó a analizar sus sentimientos; sin embargo, cada vez que lo hacía, recordaba a otra mujer, que lucía lamentable y frágil, pero se arriesgó para salvarle la vida y siempre fue muy considerada con él. Además, él le había prometido que siempre la cuidaría.
Al darse cuenta del dilema en el que se encontraba, sintió como si el destino le estuviera jugando una mala pasada; de lo contrario, ¿cómo era posible que se enamorara de dos personas al mismo tiempo? Mientras pensaba en ello, dejó el bolígrafo en el escritorio porque ya no tenía ganas de trabajar.
Al cuarto día, Benedicto le envió un mensaje para informarle que debían llevar a Griselda al hospital y que estuvieran preparados para la cirugía. Todos en la familia Calire dejaron de hacer sus tareas y se enfocaron en la operación de la anciana. Cuando Adrián terminó su trabajo, regresó del extranjero para cuidar a Griselda en el hospital.
Luego de realizar el registro, llevaron a Griselda en una silla de ruedas a la habitación vip. El lugar estaba bien equipado y tenía calentador de agua, televisor y losa radiante. Además, estaba muy limpio y podía percibirse la fragancia del desinfectante.
-Puedo oler el desinfectante comentó María en cuanto ingresó.
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Cuando se volteó, notó que Victoria estaba abriendo las ventanas para ventilar; aunque era apenas un aroma y le parecía insignificante, no pudo evitar levantarle los pulgares a la joven. Su nuera era sensible, hermosa, muy hábil y creía que su hijo era muy afortunado por haberse casado con ella. El hombre afortunado en el que pensaba estaba hablando por teléfono afuera de la habitación y, por eso, María puso los ojos en blanco.
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-¿No es grandioso, señora Griselda? Es un lugar grande y hermoso.
La anciana observó el espacio en cuanto ingresó y asintió satisfecha.
-No puedo ser exigente si tienen tan buenas instalaciones en la habitación.
-No es necesario que seas exigente porque esta es la mejor habitación disponible -dijo Adrián sin rodeos.
-Si no tienes nada bueno que decir, no hables -comentó Maria luego de hacer un sonido con la
boca.
Como ella lo reprendió, se sintió humillado y no dijo nada. Al mismo tiempo, Alejandro ingresaba luego de finalizar la llamada.
-El doctor Suria nos dijo que la cirugía será mañana por la tarde.
Al escucharlo, todos se acercaron a Griselda.
-¿Por qué me miran asi? -preguntó la anciana.
-No te alteres, abuela. Es una cirugía simple y, antes de que siquiera lo notes, ya habrá terminado explicó Victoria.
-Si, he decidido tomármelo con calma y mantenerme tranquila -dijo Griselda-. No se preocupen por mi.
En realidad ella quería decirles que, si moria durante la cirugía, debía aceptar su destino, al
pero recordar cómo Victoria se molestó cuando mencionó lo mismo aquel día, la anciana prefirió no repetirlo. Luego, miró a Victoria, que estaba muy nerviosa y la observaba. -Pobre niña».
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