Capítulo 11 ¿Alejandro sabe?

Después de que él se fue, Victoria se sentó en el sofá, aturdida, antes de seguir trabajando. «Este es el camino que escogí, así que estoy sola». De repente, le sonó el teléfono y le dio un vistazo para ver que se trataba de Noel Jara. Después de tranquilizarse, respondió la llamada.

—¿Qué ocurre?

—Victoria, ¿la secretaria del vicepresidente de Grupo Landa te llamó?

Cuando Victoria lo escuchó, buscó en su bandeja de entrada hasta que encontró el correo electrónico, le dio clic y asintió.

—Sí. ¿Qué ocurre?

—Pásame el trabajo que tienes que realizar. Lo resolveré por ti.

Ella hizo una pausa y le preguntó con un dejo de duda:

—¿Cómo?

—Jazmín dijo que estabas enferma. ¿Por qué no me dijiste? —La voz de Noel sonaba amable mientras suspiraba y la persuadía—. Descansa si no te sientes bien y apaga tu teléfono. Crees que estás hecha de acero, ¿eh?

Él solía ser la mano derecha del padre de Victoria en Compañía Selva antes de que la familia se declarara en quiebra. No obstante, la repentina quiebra de la compañía arruinó lo que debería haber sido un futuro próspero para él.

Después del incidente, Victoria pensó que Noel buscaría un puesto que se ajustara mejor a sus talentos, pero se unió a Grupo Calire. Ella se sorprendió cuando se enteró, así que le preguntó al respecto.

Noel, por su parte, se limitó a sonreír.

—¿Asumiste que me uní a Grupo Calire por ti? Deberías saber que son la compañía más grande en Génovez, ¿verdad? Ninguna otra compañía puede ofrecerme un mejor avance profesional que ellos.

«Es difícil discutir con él cuando lo que dice es razonable». Con ese pensamiento en mente, Victoria se sintió demasiado avergonzada como para intentar convencerse de ello. Luego, recordó que su padre solía emparejarla con él antes de que su familia se declarara en quiebra. Además, la forma en la que él le respondió a su padre seguía grabada en su mente. Recordaba que él la miró con una expresión amable y sonriendo con dulzura.

—Victoria aún es joven. Hablemos de esto luego —respondió.

Desde entonces, la trató con cariño y actuó como un hermano mayor. Además, siempre había sido considerado y atento a sus necesidades. Poco a poco, la forma en que la miraba cambió. Ella era consciente de cuáles eran sus intenciones; pero, su corazón hacía mucho tiempo le pertenecía a otra persona.

Pocas personas en el mundo verían correspondidos sus sentimientos. Al pensar en ello, Victoria se despertó de su aturdimiento y rechazó la oferta de Noel.

—No te preocupes, Noel. Solo es un resfrío. Estoy bien ahora.

Por su parte, al otro lado de la línea, él suspiro con pesar.

—¿Estás trazando un límite entre nosotros, Victoria? —Ella hizo una pausa al escucharlo—. Dejemos de lado que el señor Selva es mi salvador. Ahora somos colegas en Grupo Calire. ¿No deberíamos ayudarnos entre nosotros en los tiempo difíciles?

—Noel…

—¿Crees que soy incapaz de asumir tus responsabilidades? ¿O comienzo a disgustarte?

—Para nada —negó enseguida Victoria—. Me has tratado muy bien. ¿Por qué me disgustarías?

Ella no tenía hermanos y Noel, que era unos años mayor que ella, siempre era considerado. Además, siempre lo había considerado un hermano mayor. ¿Por qué lo detestaría? Por consiguiente, cuando ella lo negó, sonó ansiosa.

Quizás su actitud lo había complacido, lo que provocó que riera por lo bajo. Su risa era profunda pero dulce.

—Si no me odias, transfiéreme tu trabajo.

Victoria se mordió el labio y, al final, asintió.

—De acuerdo. Gracias por ayudarme, Noel. Te invitaré a comer luego.

—Recordaré tu promesa.

—Por supuesto.

Después de que la llamada finalizara, Victoria le envió un correo electrónico a Noel de su trabajo, pero estaba tan preocupada por olvidarse de algo que se tomó su tiempo para escribir un mensaje detallado.

Mientras tanto, a él le llevó algo de tiempo enviarle un mensaje de texto. «De acuerdo. Entendido. Deja de preocuparte y descansa».

Al final, ella sintió que le quitaron un gran peso de encima al poder delegar su trabajo a alguien en quien confiaba cuando estaba enferma. En un principio, había planeado regresar a la compañía, pero podía hacer reposo otro día en casa.

En ese momento, se dio cuenta de que había otro asunto urgente que requería su atención. Victoria bajó la mirada hacia su vientre y lo acarició con delicadeza. «Dentro de mi cuerpo, una nueva vida comienza a tomar forma. ¿Qué se supone que haga con el bebé? ¿Debería realizarme un aborto?». Cuando lo pensó, se sintió impotente. Luego, sacó el teléfono y marcó el número de su mejor amiga.

—¿Qué? ¡Estás embarazada! ¡Pfff!

Mientras tanto, Victoria se encontraba en una cafetería cuando la mujer frente a ella le escupió café. El tono nervioso y su comportamiento llamaron mucho la atención. Victoria se quedó atónita al ver su reacción, así que se apresuró a mirar a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie que la conociera y suspiró aliviada. Después, le entregó a Sabrina Jofré un pañuelo.

—Baja la voz, ¿quieres? Todos nos están mirando —le susurró.

Sabrina tomó el pañuelo y se limpió los labios antes de asentir con obediencia.

—Lo siento. Estaba demasiado conmocionada.

Victoria miró a su mejor amiga sin poder hacer nada. En lugar de beber el café, Sabrina se inclinó hacia adelante y miró a su amiga con los ojos bien abiertos.

—¿Por qué, de repente, estás embarazada? ¿No se cuidaron? —preguntó en voz baja.

—Sí. —Victoria bebió un sorbo de café y comentó con indiferencia—: Fue un accidente.

—¿Qué vas a hacer? ¿Tendrás el bebé?

Victoria se quedó desconcertada por la pregunta e hizo una pausa antes de negar con la cabeza. Sabrina la miró sorprendida.

—¿N-no lo tendrás? ¿Por qué? Hace mucho tiempo que estás casada y noté lo bien que Alejandro te trata. Te invitan a cada evento que él asiste y si no me hubieras dicho que era un matrimonio arreglado, habría asumido que en verdad estaban enamorados.

—¿En serio? —Victoria esbozó una pequeña sonrisa.

«Su reacción…». Sabrina le dio otro vistazo. Pensaba que su amiga se comportaba con algo de indiferencia, pero, como su mejor amiga durante años, Sabrina reprimió sus verdaderos pensamientos y preguntó:

—¿Alejandro sabe?

—No se lo dije.

—Tú… —Ella se contuvo y le preguntó—: ¿Cuándo planeas decirle?

Sin embargo, la otra mujer frunció los labios sin decir ni una palabra. En respuesta, Sabrina la miró con vacilación.

—Espera. ¿A qué te refieres? ¿No le dirás un asunto tan importante? Este hijo no es solo tuyo, ¿lo sabes? Es de ambos. —Cuando dijo eso, Victoria todavía tenía una mirada obstinada. Incapaz de reprimir su curiosidad, comenzó a hacer varias preguntas—: ¿Qué te sucede? ¿Cómo puedes estar tan tranquila incluso después de lo que sucedió? Estás embarazada y es…

—Claudia regresó. —Esa sola frase hizo que Sabrina se quedara paralizada y la mirada de Victoria se volvió más despectiva a esas alturas—. ¿Todavía crees que importa si le cuento?

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