Capítulo 114 Reprímelo por ahora

La habitación quedó en silencio después de lo que dijo Elena, ya que nadie se imaginó que diría eso. En cuanto al motivo por el que se quedaron calladas, era porque lo que había dicho les hizo darse cuenta de que Cristóbal no era tan inútil como habian pensado. El hombre era un matón, un gánster que deambulaba en la clandestinidad. Era el mejor en tareas como darle lecciones a los demás. Todas admiraban lo rápido que Elena se había dado cuenta; parecia que su pelea con Victoria había hecho que la odiara mucho. Después de un largo momento de silencio, Claudia se quedó sin aliento por el asombro.

-¿Qué estás diciendo, Elena? ¿Cómo vas a decirle al señor Duarte que haga eso? Solo está bromeando, por favor ignorela.

El hombre frunció los labios.

-¿Y si me tomo en serio lo que dijo? Claudia, nunca he hecho nada por ti, pero te prometo que, de ahora en adelante, no permitiré que nadie te lastime. Quien lo haga será mi enemigo y nunca perdonaré a nadie que te lastime.

-Señor Duarte, la situación era muy caótica en aquel entonces. Puede que no haya sido Victoria -le rogó Claudia.

-Claudia–dijo Elena, interrumpiéndola, seria-. No tienes que defenderla. Lo has hecho durante mucho tiempo, pero ¿te ha venido a ver después de lastimarte? Ni siquiera está arrepentida de lo que hizo.

Claudia miró hacia abajo.

-Yo solo…

Basta. Sabemos que eres buena y que no puedes soportar echarle la culpa, pero no somos como tú. No podemos quedarnos de brazos cruzados cuando alguien es maltratador.

Cristóbal se mantuvo en silencio, pero el resplandor malicioso en su mirada era una clara señal de su futuro accionar. Claudia podía adivinar bien lo que haria. En su interior, se reía, encantada. Había estado preocupada de que la gente a su alrededor sospechara de ella cuando se enteraran de que Cristóbal la habia atacado después de que ella lo invitara a su habitación, pero todo era diferente porque Elena había hecho la sugerencia. No se imaginó que su plan saldria tan bien. Como Elena era el chivo expiatorio, ¿de qué tenía que preocuparse? Había tratado de detenerlos, así que no era su culpa si la ignoraban.

Los resultados del chequeo de Griselda estaban listos y resultaron positivos. Cuando la enfermera la llevó de regreso a la habitación a descansar, Benedicto llamó a los Calire a su consultorio para informarles de su condición.

-La gran señora Calire se recupera bien y parece que está bien mentalmente. Parece que la vida afuera del asilo le sienta mejor -afirmó.

María sonrió alegre.

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-Por supuesto, adora a mi nuera. Esto debe ser todo gracias a Victoria.

Todos, incluido Benedicto, sabían que Victoria la cuidaba, por lo que asintió en acuerdo.

-Es cierto dijo.

-¿Cuándo puede someterse a la cirugía, doctor Suria? -preguntó Maria.

-Si los preparativos son rápidos, la operaremos en los próximos dos días. De otro modo, la operación sería al final de la semana.

Ella asintió.

-Muy bien.

-Como la van a operar esta semana, ¿por qué no me quedo? Te haré saber la fecha exacta de la operación -dijo girándose hacia Adrián después de salir del consultorio.

Si bien había mucho trabajo para hacer, los mayores de la familia eran más importantes. El hombre asintió.

-Haré mi mayor esfuerzo para apresurarme a volver en los próximos dos días.

-Bueno, reservaré un vuelo para ti, cariño.

-Gracias.

Mantuvieron un intercambio de palabras afectuosas mientras continuaban caminando. En cuanto a quienes estaban detrás, la interacción era distante y tensa. Alejandro y Victoria caminaron separados. Ver a la pareja delante siendo tan amorosa contrastaba con la falta de afecto entre ellos, lo que hizo que Victoria pensara que se veria mal si Griselda notaba el contraste. Al final, se detuvo y se dio vuelta hacia Alejandro.

-Te espero en el auto.

El hombre se detuvo, se giró para mirarla y fue solo entonces que se acordo de lo que no habia podido decir, pero justo cuando estaba por terminar la conversación de antes, Victoria se fue. El hombre tenía una expresión atormentada mientras la seguía. Mientras tanto, Maria acababa de reservar un vuelo para Adrián y se giró para hablarles solo para ver al hombre perseguir a Victoria, quien se marchaba.

-Estos dos.–Suspiró y sacudió la cabeza. Luego, se encogió de hombros-. Ignorémoslos y cuidemos de madre.

-Bueno, te seguiré -dijo Adrián.

lo por No estaba para nada preocupada por su hijo. Después de todo, Alejandro era un adulto, que no había forma de que no pudiera al menos solucionar sus problemas en la relación. Por ello, la pareja continuó caminando para acercarse a Griselda. Victoria se habia alejado de Alejandro en el momento en el que terminó de hablar. Se fue lo más rápido que pudo, preocupada de que

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pudiera alcanzarla e impedirle que se fuera.

Salió del hospital y fue directo al estacionamiento. Todo en lo que podía pensar era en la operación de Griselda. -Si la abuela tiene que someterse a una operación en dos dias, ¿debería permanecer en casa o volver al asilo? Bueno, no le gusta estar en el asilo, así que no hay forma de que acepte la sugerencia. En tal caso, debería quedarse en casa y solo regresar el día de la operación. En esa oportunidad, no podían dejarla sola en el asilo. Tenían que acompañarla hasta el momento en el que la llevaran a la sala de operaciones.

En breve, llegó hasta el auto; no le llevó mucho tiempo. Absorta en sus pensamientos, realmente había corrido al auto. Mientras lo miraba, de repente se acordó de un problema; no le había pedido las llaves a Alejandro, así que no tuvo opción más que esperar afuera, ya que no se podía subir.

—¡Victoria!

Escuchó una voz furiosa detrás de ella y su cuerpo se tensó. Antes de que pudiera darse vuelta, la tomaron de las manos y la sujetaron contra el metal frío del auto. Se podia percibir en el ambiente el aroma escalofriante y abrumador de Alejandro, La mujer levantó la cabeza para toparse con su mirada furiosa. Su apariencia la sorprendió y le llevó un momento responder.

-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó. -¿No debería estar con la abuela?. ¿Me seguiste? continuó.

Alejandro estaba más que furioso por el hecho de que ella pudiera hablar de forma tan serena en

un momento como ese.

-¿De qué otro modo sabría que estás aquí? -soltó entre dientes.

Ella quedó estupefacta y luego trató de soltarse de su agarre. Como era de esperar, no pudo hacerlo y, al final, se detuvo y suspiró.

-¿Necesitas algo? -Luego, como si se le hubiera ocurrido una idea, continuó-: Incluso aunque necesites algo, tienes que reprimirlo por ahora. No digas nada. ¿No podemos esperar hasta la operación de la abuela?

De verdad no quería que surgiera ninguna complicación. Todo tenía que quedar de lado cuando se trataba de la salud de Griselda.

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