Capítulo 56 Es nuestro turno.

Luego de observar el contenido de la bolsa, notó que Alejandro había comprado solo comida chatarra y no queria comer eso, así que la dejó a un lado.

-¿No te gusta nada de lo que compré? -preguntó al ver el comportamiento de la joven.

—No, es que no tengo hambre en este momento -respondió y sacudió la cabeza.

El no dijo nada y se sentó a su lado. Como el hombre no estaba muy abrigado o quizás porque acababa de ingresar al edificio, Victoria percibió que estaba frío en cuanto se sentó; luego de un instante, notó que solo tenía una camisa de vestir e iba a hablarle, pero se arrepintió.

Ambos permanecieron en silencio; aunque estaban muy cerca uno del otro, no parecían conectados entre si. Victoria notó que las mujeres que estaban murmurando más temprano ingresaron con sus novios y salían con sus certificados de matrimonio. A medida que se retiraban, observaba cómo los hombres abrazaban por la cintura a sus esposas mientras que ellas le agarraban los brazos; las parejas lucían felices.

Mientras los observaba, Victoria recordó el día que fue con Alejandro al ayuntamiento. Era un recuerdo hermoso para ella en contraste con la situación en la que se encontraba en ese momento. Mientras ella permanecía sumida en sus pensamientos, una persona los llamó y, al escucharlo, salió de su ensimismamiento, pero no se movió.

-Es nuestro turno.

Alejandro tampoco dijo nada y nadie podría saber en lo que estaba pensando; él tampoco se puso de pie. La persona volvió a llamarlos y Victoria suspiró al mismo tiempo que se ponía de pie.

-Vamos dijo y comenzó a caminar.

-¡Espera! -exclamó para que se detuviera.

Ella se alteró al escucharlo y se mordió con fuerza el labio para evitar voltearse; percibió el gusto a sangre y el dolor la hacía permanecer consciente de la situación en la que se encontraba.

-¿Qué ocurre?-preguntó sin siquiera mirarlo.

Al ver su comportamiento, Alejandro frunció el ceño y justo cuando iba a hablar, comenzó a sonar su teléfono; Victoria se alivió al escucharlo.

-Atiende el llamado, yo te esperaré aquí.

Continuó caminando, pero luego de tan solo un paso, él le agarró la muñeca.

-Espérame un instante-comentó mientras la sujetaba con una mano y sostenía el teléfono con la otra. Al ver la pantalla, frunció el ceño-. Me están llamando del asilo.

Ella se volteó y dejó de intentar liberarse.

E

-¿La abuela está bien? ¡Contesta! -urgió mientras le sujetaba con fuerzas las manos a Alejandro.

El hombre no notó que estaban tomados de las manos y respondió; ella estaba muy ansiosa y no sabía por qué, pero cuando Alejandro le dijo que lo estaban llamando del asilo, tuvo un mal presentimiento. Notó que al hombre se le desfiguraba cada vez más el rostro y no pudo evitar fruncir el ceño ella también. Cuando colgó, ella estaba aterrada y le sujetó con más fuerza las

manos.

-¿Qué sucede?

-La abuela no está bien-dijo ansioso.

Ella no supo qué decirle. Un minuto después salieron del edificio y la persona que los había estado llamando, no pudo evitar lamentarse por su ausencia luego de llamar a la pareja que seguía después de ellos.

De camino al asilo, Victoria estaba tan ansiosa que no podía dejar de morderse el labio; apretaba las manos, el corazón le latía con rapidez y no podía dejar de pensar. Me equivoqué. No debería haber ido primero al ayuntamiento, sino al asilo en cuanto desperté. No, ni siquiera debería haberme ido anoche de alli; tendría que haberme quedado con la abuela y acompañarla. Sabía que iban a operarla hoy, ¿por qué fui tan imbécil de dejarla sola luego de que me lo pidiera solo

una vez?-.

La joven cerró los ojos y apoyó la espalda en el asiento mientras se castigaba de manera innecesaria. No podía dejar de pensar y de recordar.

Alejandro conducía a toda velocidad, pero fue muy cuidadoso; se detenía en los semáforos. cuando debía hacerlo, pero tenía el ceño fruncido. Mientras esperaba, notó que Victoria no se encontraba bien y se volteó para observarla; en ese momento, notó que tenía sangre en las comisuras de la boca.

-¿Qué te sucedió?

Ella no le respondió; Victoria estaba pálida y con el ceño fruncido. Tenía los labios apretados y parecía que no lo había escuchado. Alejandro se alteró y le sujetó la barbilla para intentar abrirle la boca, pero fue en vano. La joven continuó mordiéndose y comenzaron a caerle gotas de sangre de la comisura mientras se resistía.

-Victoria, ¿qué estás haciendo? ¡Abre la boca!

Alejandro temía lastimarla si la sujetaba con más fuerza, asi que solo le gritó y esperaba que así ella volviera a la realidad; no obstante, parecía que estaba en una pesadilla y nada iba a despertarla. De repente, tuvo un recuerdo.

Victoria creció sin su madre desde pequeña; su padre la adoro e incluso la consintió demasiado. Para los demás, ella era perfecta y nada podía molestarla, pero, si alguien hacia una broma o mencionaba a su madre, se alteraba. Eso demostraba que la joven aún se preocupaba por ella, aunque nunca estuviera a su lado.

Luego, conoció a la familia Calire y Griselda la apreciaba como si fuera su nieta. Ella solo había

recibido el cariño y el cuidado de su padre y descubrió la diferencia entre el amor de un padre y el de una madre. Incluso le contó a Griselda sus secretos, pero Alejandro se enteró de eso por accidente cuando era más joven.

Victoria visitaba de manera frecuente a la familia Calire cuando era joven; primero, iba a ver a Alejandro, pero, con el paso del tiempo, solo iba a visitar a Griselda. Una vez, Alejandro regresó a su casa y le dijeron que Griselda y Victoria estaban en el jardín y fue a buscarlas. Él escuchó cuando la joven le estaba contando a su abuela sobre su período; se quejaba de que tenía mucho flujo y que le dolia el estómago y deseaba que la anciana la abrazara. También escuchó que se ensució su vestido blanco preferido y que no había podido limpiarlo. Le contó todo a Griselda, incluso aquellos secretos que no le diría a nadie.

Alejandro fue a buscarla, pero al escuchar de qué se estaba quejando, se avergonzó, no supo qué hacer y no se acercó a ella.

Al

pensar en ese momento, notó que Victoria apreciaba a Griselda mucho más y de una manera diferente al pasado; parecia que ella dejó de querer a su madre y solo estimaba a la anciana. Luego de calmarse, Alejandro le dio una palmada en la mejilla.

-Victoria, despierta; la abuela está bien.

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