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Me lleve la urna de mi madre y sali de la ciudad.

Mi madre solía decirme que si fuera más joven, le gustaría ir al campo a enseñar, para ayudar a más niños pequeños y desamparados, y a las jóvenes madres en apuros.

Como cuando ella me criaba sola, tambien anhelaba la ayuda de otros.

Habiendo estado bajo la lluvia, quería ser el paraguas para otros.

Y ahora, quiero ser ese paraguas.

Quiero cumplir el deseo de mi madre.

Me fui a un pequeño pueblo remoto en las montañas, el mismo lugar donde mi madre había salvado a Diego cuando era un adolescente.

Diego estaba gravemente enfermo, parecía que alguien lo había abandonado en el bosque. Mi madre lo encontro, lo llevó a casa, lo cuidó, le dio comida y ropa.

Mi madre ya estaba muy cansada por criarme sola, y cuando llevó a Diego a casa, su vida se volvió aún más difícil.

Trabajaba en dos empleos todos los días, y en unos pocos meses, mi madre como si envejeciera varios

años.

En ese entonces, Diego estaba tan enfermo que ni siquiera podía hablar. Abrir y cerrar los ojos, y respirar, era lo único que podía hacer.

Incluso para tomar sopa, mi madre tenía darle cucharada

que

por

cucharada.

Yo era muy pequeña, y solo pensaba que ese hermano mayor era muy molesto, hacía que mi madre estuviera ocupada todos los días.

Ocupada hasta sin tiempo para estar conmigo, sin tiempo para comer.

Odiaba a ese hermano mayor.

Pero poco a poco, Diego comenzó a mejorar. Empezó a mirarme todo el tiempo y hacía caras graciosas para hacerme reír.

Yo lo miraba con los labios apretados, queriendo reír pero sin atreverme.

Parecía que… no era tan molesto.

Con el cuidado atento de mi madre, el cuerpo de Diego comenzó a recuperarse.

Hasta que, cinco meses después, púdo levantarse de la cama.

Ayudaba a mi madre a limpiar la casa, a acarrear agua y cargar cosas pesadas, y jugaba conmigo. Yo estaba muy feliz.

Pero mi madre no lo estaba.

Decía que Diego debía ver un mundo más grande, que no estaba destinado a vivir en ese pueblo. Mi madre echo a Diego.

Antes de irse, Diego se arrodilló y le agradeció a mi madre con lágrimas en los ojos.

Y prometió que algún día le devolvería el favor de salvarle la vida.

Diego cumplió su promesa. Después de que mi madre y yo vagáramos por varias ciudades, Diego, lleno de gloria, encontró a mi madre.

-Isabel, te he buscado mucho.

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