Capítulo 85 Ponerse nerviosa

-¿Crees que Alejandro vendrá a la fiesta de bienvenida de Bautista? -preguntó alguien en ese

momento.

No creo que se la pierda. Eran muy cercanos en aquel entonces.

-Pero ¿por qué no ha aparecido entonces?

Sí, ¿por qué no ha aparecido?–. Por instinto, Claudia le echó un vistazo al teléfono. Le había enviado un mensaje a Alejandro antes de salir, preguntándole a dónde estaba, pero él no había

que ella respondido. Por lo tanto, asumió que conducia, pero había pasado mucho tiempo desde había llegado y él seguía sin aparecer o responderle, por lo que no podia evitar preocuparse un poco. A la amiga de Claudia se le ocurrió un plan cuando la vio revisar el teléfono.

-Claudia, ¿por qué no lo llamas? Pregúntale a dónde está. Estoy segura de que responde todos tus llamados–sugirió frente a todos.

Luego, Claudia le echó un vistazo a su amiga, quien le guiñó el ojo, sugiriéndole que hiciera la llamada. Sabía muy bien qué era lo que intentaba. Sus amigas solo querían ayudarla a confirmar la relación con Alejandro frente a todos, pero él no le había respondido el mensaje que le había enviado antes de salir. -¿Me contestará ahora?..

No era una apuesta segura y sin duda que quedaría avergonzada frente a todos si Alejandro no le respondía.

-No, olvidalo. La desestimó-. Ya es muy tarde, asi que es probable que esté en el ascensor o de camino aquí, por lo que puede no responderme incluso aunque lo llame.

Para su desgracia, eso despertó el interés de la multitud.

-Pero no lo sabrás hasta que lo intentes. Vamos, llámalo.

-Sí, Claudia. Todos sabemos lo importante que eres para él, así que es evidente que responderá incluso aunque esté conduciendo.

Luego, todos le insistieron que hiciera la llamada. La mujer sentía que estaba en una situación difícil y, de forma inconsciente, se giró hacia Bautista cuando se le ocurrió algo, pero él solo agachó la cabeza y miró el teléfono, al parecer ajeno a la conmoción.

-Vamos, Claudia. Llámalo, hace mucho que no oímos la voz de Alejandro.

-Si, Claudia. Solo satisface nuestra curiosidad.

-¿Satisfacer su curiosidad? ¿Eh?», resopló. «¿Quiénes se creen que son? Satisfacer su curiosidad; no habría venido si no fuera por Alejandro-, Luego, la joven sonrió y justo cuando estaba por hablar, se abrió la puerta y captó la atención de todos. Apareció Alejandro, con un abrigo negro, y Victoria siguiéndolo de cerca con un abrigo beige similar al de él; tenia el cabello largo atado y su rostro lucia inmaculado y sin maquillaje, aunque eso no afectaba su belleza en lo más mínimo.

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Sus rasgos faciales eran definidos y tenía la piel hermosa y suave, por lo que ponerse maquillaje solo haría que la piel se viera rugosa.

El número de invitados en la sala privada sorprendió a Victoria por un momento mientras que Alejandro ni se inmutó.

-Lo siento, había mucho tráfico -dijo Victoria al ver que el hombre no tenía intenciones de explicar su tardanza.

La voz era clara y melódica, y lucia delgada y elegante al lado de Alejandro. Además, tenían puestos abrigos similares, así que daba la impresión a la gente de que se habían puesto de acuerdo. Cuando eran adolescentes. Victoria y Alejandro, quienes se habían criado juntos, eran prácticamente inseparables y todos estaban acostumbrados a verlos aparecer juntos. Sin embargo, era precisamente por ese motivo que nadie pensó que serían algo más que amigos, ya que eran testigos de los momentos más genuinos de la otra persona, asi que era imposible que terminaran juntos.

Más importante aún, ya habrían formado pareja si estuvieran enamorados. Por lo tanto, la multitud sintió un poco de melancolía cuando los vieron aparecer con ropa similar y no pudieron evitar mirar también a Claudia. Era evidente que la joven no estaba en su mejor momento, ya que el accionar de la pareja era un golpe para ella y sintió más nervios. Todo se salía cada vez más de control, pero ¿qué podía hacer? Lo más importante era no avergonzarse frente a tantas personas, ¿no? Luego, caminó hacia Victoria y la abrazó de forma afectuosa.

-No te preocupes. Lo que importa es que llegaron a salvo, vengan y siéntense conmigo.

Tras haber sido testigo de cómo era de verdad la mujer, Victoria sabía que le gustaba actuar frente a la gente, así que bajó la mirada cuando la abrazó. No la rechazó y la siguió a sus asientos. Todos quedaron sorprendidos y las miraron, confundidos. Por otro lado, Alejandro se sentó al lado de Bautista, quien a pesar de saludarlo con un -ey- en realidad estaba centrado en Victoria.

-Ey.

Alejandro le echó un vistazo después de sentarse y cuando vio que miraba en una dirección, se le cruzó algo por la mente y miró hacia allí para darse cuenta de que observaba a Victoria. De inmediato, sus ojos se tornaron sombrios mientras emitía un aura de animosidad. Al percibir la miraba escalofriante, Victoria solo se giró para toparse con él. La sorprendió y enseguida frunció el ceño. -¿Me está mirando así porque estoy sentada al lado de su amada? Sabia que deberia haberla rechazado frente a todos, pero es probable que eso solo lo enojara más, ¿no?».

Claudia también miraba a Alejandro y sintió más nervios, ya que él solo había mirado a Victoria desde que había llegado. Los cuatro quedaron envueltos en un ambiente inquietante y paso mucho tiempo hasta que alguien al final pidió el menú y les preguntó a todos si querian beber. Bautista negó mientras sonreía.

-Conduje hasta aquí, así que tendré que decir que no, pero siéntanse libres de beber si quieren.

Por su parte, Alejandro se mantuvo callado, como era usual, y nadie se atrevió a preguntarle cuando percibieron su aura escalofriante.

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Al principio, todos conversaban sobre sus últimos años, pero después de unas copas de una bebida en particular, se volvieron más atrevidos. Un hombre con anteojos, quien se embriagaba con facilidad, ya estaba un poco ebrio y examinó a Claudia antes de levantar la copa y decir:

-Princesa Claudia, no es usual que nos reunamos

todos. ¿Tú y Alejandro de verdad no beberán con nosotros?

La sala privada quedó en silencio por un momento antes de alborotarse de nuevo.

—Sí, únanse. Es toda una hazaña que puedan estar juntos después de tantos años.

-Sí, ¿cuándo nos van a invitar a su boda? -exclamó el hombre con anteojos.

De forma reflexiva, Claudia solo le echó un vistazo a Alejandro sentado en silencio mirando hacia abajo; lucia como si no pudiera escuchar nada de lo que decían.

-Basta, Ale no es alguien del que se pueden seguir riendo -dijo de forma incómoda, soltando

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